Aquest escrit el vaig fer després de la primera trobada sopar amb els ex companys de classe de La Caixa, promoció del 74. L'He trobat avui remenant l'ordinador per fer neteja... ni el recordava! Bé, aquí el deixo per si algun vol refrescar la memòria o posar-se al dia del que va passar una nit, vint anys després...
"Había una vez, un barquito chiquitito… Así empezaba esa cancioncita que
cantábamos año si, año también en cada festival, fiesta grande, fiesta mediana, desfile
ocasional y tardes donde supongo, Bascuñana no debía traer la programación hecha, y
tiraba de ella para rellenar… y supongo que yo debo ser de los últimos en caer en la
cuenta de lo que realmente quería decir aquella estúpida e inocente cancioncita; al
menos en una de sus posibles lecturas. ¡Nosotros éramos aquel barquito! Siempre lo
fuimos, y me di cuenta claramente el otro día, cenando y bailando (aunque lo de bailar
lo podríamos haber dejado para cuando hagamos la fiesta de jubilación, que nos volverá
a ir la marcha). Éramos los barquitos chiquititos que esperaban navegar por los mares de
la vida, luchando contra vientos y mareas, y creciendo y llegando a la madurez.
Precioso. Una metáfora al fin, pensada y calculada por el profesor de gimnasia más
“batukero” de la historia de los colegios privado/públicos de nuestros tiempos. Y es que
no hay que decirlo: al final, ¡navegamos!
Han pasado muchos años, demasiados quizás por el buen ambiente que se vivió
en la cena, previamente y más tarde; pero quizás también fueron los años justos y
necesarios para reencontrarnos con tan buen calado y con ¡viento en popa a toda vela!
(venga, ¡a ver quien la recuerda entera!) Yo no creo mucho en el destino ni esas cosas
patrañeras que intentan atar nuestro libre albedrío a algo cósmico, e incluso místico,
pero mucho de lo vivido íntimamente aquella noche de reencuentros fue muy místico, e
incluso cósmico. No hay que decir que cómico también lo fue, sobre todo de la mano
del inagotable Pardo, el de siempre y tan feliz como siempre… ¡encantador!
La cena en si misma, bueno… ¡no fue la hostia! El pica pica bien, el segundo
condicionado, por no decir otra cosa (tuve la extraña sensación de notar una pistola
apuntando a mi nuca a la hora de decidirme por el cordero o el entrecot… no, perdón,
cordero o cordero…) y el vino… bueno, como dijo Diego, vino que del cielo vino (y esa
noche no llovió mucho precisamente). Algo cara. Aunque en el fondo, la mejor de la
cena estaba sentado encima de las sillas y eso, no tiene precio.
Fuimos 18 al final, un montón dadas las circunstancias; acudimos desde Madriz,
Sabadell, Manresa, Gavà… hasta incluso, ¡vino alguno/a desde el barrio mismo!! Otros
se excusaron por imprevistos inoportunos y algún que otro parto reciente, pero creo que
no faltó nadie, al menos en las conversaciones; recordamos a profesores ilustres,
alumnos ilustres, ilustres tardes e ilustres momentos de gloria. Abrimos el baúl de los
recuerdos (que no la caja de Pandora) y salieron uno tras otro, decorados con sonrisas
maduras que reflejaban rostros ¡joviales! ¡Por que ese fue el mejor efecto especial de
todos! Han pasado 20 años, costaba al principio relacionar caras con nombres, pero solo
fue al principio; segundo tras segundo se fueron disipando las dudas y las arrugas (¡¡no
sus deis por aludidos!!) y salieron a relucir esos compañeros de toda la vida, esos con
los que te pelabas las rodillas, apostabas canicas y te apaleabas en las horas muertas;
¡cuantos potros y polis y cacos nos han contemplado! Cuantas pelotas de plata hemos
chafado… cuantas hostias contra el plinton nos hemos dado… y visto el resultado, casi
ninguna en balde. Me recuerda al típico discurso del Bascu, aquel que soltaba de vez en
cuando para recordarnos que algún día le agradeceríamos los palos recibidos… aquel
bofetón!... ¡Pom! Pom! ¡A la fila! ¡Pom! ¡Pom! Casi parece que lo oigo en mi cabeza
aun…
¿La verdad? Que no me recordaba tan joven como me sentí entre vosotros; no
me recordaba tan inocente como me sentí, sentado de nuevo entre vosotros. Estaban
Luís i Sanchez a mis lados (ambos como entonces, cerca el uno del otro) y la Merche y
la Mari Carmen (guapísima) enfrente de mi (como casi siempre, ¿no?). Y la Ester
(bonísima noia!), y mi amiga Saida (que sí, que és verdad, ¡que éramos grandes amigos
entonces!), Carlitos (que grande, ¡pero literalmente y en todos los sentidos) y Guti
(cuantos miles de buenos recuerdos)… y Susanna, Elsa, Paquito, Camarero, Pros, Ivan
(siempre juntos entonces…). Me agradó ver al Milena de siempre (mejorado con los
años) y que Pardo no haya cambiado (ya lo dije, verdad??) No me dejo a la Belén, gran
culpable de todo el montaje, encantadora y mucho más divertida de cómo la recordaba.
Es curioso de lo que se da uno cuenta cuando mira hacia atrás y se asoma a su propia
crueldad (comentario personal extensible a todos los niños del mundo que se ceban
siempre con sus teóricos inferiores). Una pena fue perder las dos horas finales bajo el
yugo de los tambores tribales porque todos nos perdimos muchas charlas, para poder
intimar algo más; Un recuerdo para los que no pudieron llegar como Maria o Garri o
Guillem y para los que, como Marco Antonio que no llegó ni tarde (para variar), no
hemos localizado o no quisieron venir; ahí va la memoria para David Fernandez,
Bárbara Vidal, Sílvia Palomero, Judith Álvarez, Francisco Alcaraz, Amalia Rey, Jaime
Galcerán, Eva (¿Susana?) Jover (esta me baila), Miquel Ventura, Carlos Cenya y…
bueno, me descuento pero seguro que falta alguien.
Daré por sentado que cuenta con nuestra bendición el aparato moerno que nos ha
permitido reencontrar en estas fechas, y solo levantaré un ruego al futuro, para que nos
trate tan bien como aparentemente nos ha tratado hasta ahora, porqué…
…Siempre he oído decir que en las cenas de este calibre, con tanto reencuentro y
tanta dispersión, la gente aparenta haber triunfado, aparenta ser mejor y tener una vida
mejor de la que tiene, para quedar bien; para restregarle a algún antiguo “amigo o
enemigo” lo bien y mejor que le va a uno. Las apariencias seguro que engañan, pero no
percibí ningún juego de ese tipo en nuestra mesa. No percibí rencores, envidias o malos
comentarios. Quizá ese tiempo que ha pasado nos ha pulido bien en la distancia y es
mejor así. Quizá aprendimos a ser personas entre nosotros y sin darnos cuenta, ese
bendito sábado pusimos en práctica ese buen ser. La verdad y para terminar, es que para
mi, ese día quedará en la memoria marcado con el más grande de mis cariños, por que
fue una noche perfecta. Todos sabemos que la perfección no existe; solo los momentos
pueden ser perfectos cuando cuadran en el firmamento los elementos adecuados para
ello. Lástima que para que sea así, mejor es que sea corto, breve y finito. Quizá lleguen
más. Este, ya no nos lo puede quitar nadie.
…Y si esta historia os parece corta, ¡volveremos, volveremos a empezar!
Con mis más sinceros recuerdos,
Ciscu (el Badia)
Promoción del 1974, Clase B (¡¿¡Pijolandia!?!)"
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